lunes, 23 de junio de 2008

OPINION

De patotas y apretadas
El Presidente, enfermo de euforia no exenta de soberbia, construye escenarios viejos para actuar la nueva política de la que se ufana, ¿cuáles son esos escenarios?: históricos, repetidos, propios de una sociedad fracturada, enfrentada a sí misma. Podríamos asociarlos a aquellos del '55, cuando como una paradoja la oligarquía reaccionaria exhibía voces de libertaria democracia frente al accionar totalitario de los sectores populares que terminaron recluidos en su propio aislamiento, observando impotentes el desmoronamiento de un proyecto nacional y popular, víctima más de sus propios excesos que de los ataques ajenos, y el comienzo de 50 años de ignominia".
Lo que antecede es una nota escrita en enero de 2006 por quien firma ésta. Publicada en el boletín La Fogata (www.lafogata.org), puede encontrarla poniendo en el buscador de la página el título "el presidente enfermo".
Mas allá de profecías acertadas, o no, estos días llevan la sombra de los peores.
La disputa con el campo, de la cual ya he emitido opinión en esta misma columna, sin perder la importancia que tiene, se diluye en la gravedad de ciertas cuestiones que se sufren hoy en Argentina.
El gobierno, pero más que el gobierno los individuos que lo conforman, que no es lo mismo, se ha deslizado en un plano inclinado de la intolerancia. Los discursos, los gestos, los tonos, los actos y las omisiones presagian momentos que creíamos superados. Los caminos recorridos a lo largo de estos cien días de conflicto reducen la democracia a un elemental aspecto formal.
"Lo que decide un gobierno elegido por el pueblo no se discute", se escuchó decir a más de un opinador oficial, incluido el matrimonio presidencial. ¿Cómo que no? La pueblada de 2001, que tanto reivindica el kirchnerismo, fue la oposición de amplios sectores de la sociedad a una decisión, errada, pero tomada por un gobierno elegido por el pueblo.
Se entiende ese criterio en Cristina y Néstor, se entiende. Es el mismo que utilizaron cuando Carlos Menem remataba la patria. No solo no lo discutieron, sino que lo fogonearon y apoyaron alegremente.
Esa concepción totalitaria de que el pueblo solo se expresa en las urnas cada dos años, es la misma que engendra otros gestos. La patoteada de D'Elía, la convocatoria a tomar las armas, la entrada de Moreno a la plaza rodeado por la banda de patovicas, Kirchner agitándose como una foca en esa plaza, entra la maraña de Batatas K, sacando pecho junto al ministro más cuestionado y el secretario más corrupto, De Vido y Jaime, mientras otros ministros llamaban al diálogo y la presidenta se escondía detrás de las cortinas.
El autoritarismo del gobierno se ve incluso en su gesto más conciliador en todo este conflicto.
El proyecto que mandó al Congreso para tratar las retenciones es un archivo cerrado que no se puede abrir; nada se saca y nada se pone. Ratifícase, dice el texto del artículo primero. Si se aprueba, las cosas quedan como el gobierno quiere; si no se aprueba… también, porque el gobierno ya dijo que no necesita la ratificación del Congreso para aplicar la resolución 125, es decir que si pierde la cosa sigue igual.
Un hilo conductor se ha ido fortaleciendo en estos últimos días, lleva a actitudes temerarias en los más altos niveles de la política nacional, pero también en vertical descendiente en los ámbitos cercanos a cada uno de nosotros: el municipio. A este análisis le faltan algunas definiciones, entre ellas la del otro sujeto de esta confrontación, el llamado campo. Las omito en aras de la brevedad. Pero quiero explayarme en el segundo escenario, el territorial.
El Concejo Deliberante de Escobar acaba de aprobar una declaración por la que faculta al Intendente a despedir a supuestos saboteadores de la gestión municipal, que tienen como motivación su pertenencia pattista. Esta declaración, superflua, innecesaria y pueril, es en realidad un apriete público e institucional al Intendente.
Tengo por Sandro Guzmán un reconocimiento y alta valoración de sus condiciones intelectuales y capacidad de trabajo. Esa valoración, hecha pública alguna vez en este mismo medio, me valió el cuestionamiento, la refutación y el enojo de algunos queridos compañeros. Todos ellos hoy encolumnados con el intendente. Pero esa valoración no me impide entender que ha cometido un grave error. Honestamente, entendió que una alianza con los gobiernos nacional y provincial lo ayudarían a consolidar una gestión cargada de recursos y muy fructífera para el distrito. Mucho me temo que en realidad su acuerdo no ha sido sellado con los niveles superiores sino con los habitantes de lo mezquino, con los cultores de la vieja política, que harán lo imposible para someterlo al desgaste de cuatro años de gobierno, para después sí, con uno del riñón en el cargo de intendente, que las cosas sean distintas.
Las carradas de recursos prometidas se hacen esperar y así continuará. Mientras tanto, los monjes del contubernio presionan para que él depure la planta municipal y ellos puedan cumplir sus acuerdos y llenar el municipio de caballos de Troya. En tanto, a los empleados municipales los agobia otra angustia. Además de los sueldos de miseria, las condiciones de trabajo y la falta de elementos, ahora se enfrentan al fantasma de la persecución y la inestabilidad laboral.
Jorge A. Derra